La escritora y poeta chivilcoyana, Inés Legarreta, fue la encargada de las palabras de apertura de la Feria del Libro de Chivilcoy 2018 “Libros para ser libres”.
Agradeció especialmente al Intendente Municipal, Dr Guillermo Britos, y al Secretario de Cultura, Dr Adrián Vila, por la convocatoria, “un honor y una gran alegría, inesperada, debo decir” puntualizó y puso en foco en la relevancia de la poesía como género literario, “porque la poesía es la madre, el origen primero desde donde nacieron y se desprendieron los demás géneros literarios que hoy reconocemos como autónomos: cuento, novela, teatro. Todo eso que está hoy en los anaqueles, en las mesas, en los estantes de esta feria en la forma de libros impresos se escribió, en un lejano principio, en verso.”
“Entonces digo que no hay mejor lugar que una plaza para instalar una feria de libros porque en ella se juntan los puntos del origen, entonces no hay mejor invocación para la apertura de una feria de libros que la invocación a la poesía”
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Cuando Adrián Vila – Pancho – me llamó, dijo, espontáneamente, que era bueno que la poesía estuviera esta vez presente en la apertura de la Feria, dado que en la mayoría de las ocasiones anteriores se había convocado para tal fin a narradores de literatura infantil y juvenil porque la Feria estaba en modo específico orientada hacia ellos: niños y jóvenes. De inmediato pensé que si hay un género que estuvo, está y estará siempre presente en cualquier evento literario es la poesía, porque la poesía es la madre, el origen primero desde donde nacieron y se desprendieron los demás géneros literarios que hoy reconocemos como autónomos: cuento, novela, teatro. Todo eso que está hoy en los anaqueles, en las mesas, en los estantes de esta feria en la forma de libros impresos se escribió, en un lejano principio, en verso. Y se dijo, y se contó, muchísimo antes de que el hombre pudiera inventar la escritura, en verso.
¿Y por qué en verso? Porque los versos tenían rima, acentos fijos, repeticiones y ciertas estructuras con las que se lograba el ritmo a través del cual las palabras resultaban fáciles de ser memorizadas por los dotados para tal tarea: se llamaron aedos en la antigua Grecia; en La Edad Media, juglares o trovadores; contadores de cuentos o chamanes en nuestras poblaciones originarias porque en estas tierras, también los hubo, también la vida se contaba de memoria y en versos.
Entonces, en esta parte del mundo o en aquella otra, acá o allá, el medio y el procedimiento fue el mismo: existía algo importante que merecía ser contado y alguien con la capacidad de hacerlo en voz alta, muchas veces ayudado por la música, atrayendo con su gracia al auditorio que lo escuchaba atento y curioso. En círculos alrededor del fuego o en medio de la selva, en las plazas de las villas medievales o de las comunidades aborígenes, en los cruces de caminos, en las fiestas y celebraciones; es decir, en lugares poblados, activos, en donde se mezclaban el olor de la comida con los relinchos y bufidos de burros y caballos, los perfumes de las especies con las pócimas hediondas, los gritos de los comerciantes con suaves palabras de amor, el asunto oficial con lo privado. Allí se presentaban los aedos, los juglares, los contadores y la gente se agolpaba para escucharlos; y se dio naturalmente el hecho de que también entre quienes escuchaban había alguno o alguna cuya capacidad de memorizar era grande y así, una vez en sus casas, repetían a sus familiares y amigos los episodios iniciales sobresalientes, los cómicos, los escabrosos o aquellos en donde se resaltaba la virtud o se vertía una lágrima al decirlos: de ésta y no de otra manera se creó la literatura: poemas, versos que se transmitieron en forma oral, anónima, plural.
Nació donde se congregaba el pueblo – alto y bajo- como una forma más de intercambio: una moneda, un jergón en la posada o la choza, la comida a cambio de cantar los amores y las penas de los héroes, sus ideas. Luego la poesía, la literatura seguirán evolucionando a lo largo de la historia hasta llegar a las formas actuales.
Entonces digo que no hay mejor lugar que una plaza para instalar una feria de libros porque en ella se juntan los puntos del origen, entonces no hay mejor invocación para la apertura de una feria de libros que la invocación a la poesía.
Luego, también creo que no hay mejor escenario para los libros que estar a mano de todos lo que quieran tomarlos. El lema de esta feria es “Libros para ser libres”, no voy a hacer un racconto de la vital e indudable importancia que han tenido los libros en la historia de la humanidad; por ende, en nuestra propia historia y a lo largo de estos 200 años que llevamos tratando de construir un país; sí voy a decir que es urgente y necesario que junto a todas las herramientas tecnológicas que el XXI nos brinda, y que ya son parte de la vida cotidiana, sigan estando los libros-objetos presentes como un aporte indispensable para todos los niños y jóvenes en edad escolar, y después también.
Me enfoco, sobre todo, en los sectores de la sociedad con menos ingresos, porque en esos sectores, ya de por sí vulnerables desde el punto de vista económico, lo son también, en mucho mayor grado, desde el punto de vista del acceso al conocimiento. El libro, que tiene miles de años de existencia probada, vuelve a ser una posibilidad revolucionaria. Porque los libros abren mundos y cabezas. Pongamos libros de cualquier temática, volumen, color junto a la asignación universal por hijo, en las guardias de los hospitales, en las paradas de colectivos, en las entradas de los super mercados, en las colas de los bancos, en los bancos de las plazas. Quizás, y no está mal que así sea, para muchos será, en primera instancia, sólo un objeto: como tal, podrá ser utilizado para diversas cosas prácticas; los chicos podrán apilarlos para hacer torres o distribuirlos en pistas de autitos; alguien podrá, por ejemplo, levantar la pata de una mesa con libros o tapar una pared descascarada. También –estoy absolutamente segura – estará quien o quienes los abran, los hojeen y se queden en alguna frase, en algún verso, en alguna historia. Y luego, busquen más porque la magia de los libros los habrá encantado. Lo que trato de decir es que para que haya lectores y lecturas tiene que estar los libros disponibles para todos. Hace bastante tiempo (como 20 años atrás) uno de mis editores me dijo que estaba sacando los libros que no se vendían a la calle para que se los llevaran los cartoneros.
Desde entonces me pregunto: – aclaro que aunque esta es una pregunta que tiene respuesta en Chivilcoy y todos la conocemos- igual la voy a formular porque nos involucra como sociedad: los que los levantaron –cartoneros, gente al paso, noctámbulos- ¿habrán hecho algo de plata vendiéndolos como papel?, ¿los habrán permutado por cigarrillos, por ladrillos, por comida? ¿y por qué no pensar que también los hayan leído? ¿Por qué no pensar que se hayan transformado ellos mismos en escritores, en editores? ¿Tuvieron cerca maestros, padres, hermanos, amigos que los ayudaron en el camino infinito que se le abre al que se enamora de los libros, de la lectura? ¿O fue un camino solitario? En cualquier caso, ya sea en el refugio seguro de una casa confortable o en los pasillos deteriorados de una villa, el que lee intuye la libertad. Se sentirá libre, libre de todo lo que le rodea, libre de imaginar, de recrear, de accionar en pos o detrás de tal o cual idea, de soñar. Las palabras lo ayudarán a pensar mejor. Estará más cerca de la dicha que de la desgracia. Tendrá un campo extraordinariamente rico en donde se podrá perder a gusto. No por nada, para Borges el paraíso tenía la forma de una biblioteca.
Para finalizar, reitero mi agradecimiento sincero a las autoridades y a los amigos por la oportunidad que me han brindado de decir estas palabras, y les regalo un poema del enorme poeta sanjuanino Jorge Leónidas Escudero (1920 – 2016).
Palabras tendidas
Frente a un rancho que tengo donde el diablo
dicen que perdió el poncho
pongo estos versos colgados en un alambre.
Es a ver si pasa algún caminante
y al verlos como ropa al viento puede
que no se le dé un pito o
salude agitando una mano como
si hubiera encontrado algo suyo.
Es mostrar intimidades,
ropa de andar dentro de mí,
palabras que se me vienen a la boca
y al no encontrar bien cómo decirlas
nomás las cuelgo afuera.
Mejor dicho se trata de saludar, enviar saludos a quien acierte
pasar frente a esto y diga sí,
ahí está colgado lo mismo que yo quería decir.